El viejo Ignacio vive solo. Su día a día está repleto de pequeños rituales que le mantienen activo y animado. El que más aprecia Ignacio es el de la merienda: saborear deliciosas galletas de queso con una taza de té, es el placer diario que
más anhela en cuanto se despierta.
Hoy, pero, todo se complica: la caja de galletas está vacía y agujereada…